Coronavirus
Padre Hugo Tagle En twitter: @hugotagle
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Padre Hugo Tagle
La epidemia que amenaza a buena parte del mundo ha llegado a Chile. Tres reflexiones ante esta pandemia que no da visos de mejorar y ante la cual aún no hay una cura eficaz.
Lo primero, serenarse y atender a las indicaciones de las autoridades. Son sencillas y fáciles de seguir. El histérico no es quien las sigue, sino quien tozudamente se niega a ellas. Será una invitación a la humildad, a ceder en legítimas pretensiones de actividades de todo tipo por un bien mayor como es el de la salud de todos. Quizá usted no se enferme, pero sí se puede contagiar y, como se ha dicho, podemos ser portadores pasivos de este rebelde virus y transmitírselo a otros más débiles, enfermizos o personas de edad.
Desde la fe, ¿qué lectura hacer? Esta pandemia nos recuerda nuestra esencial fragilidad; que, a pesar de los adelantos científicos, no lo controlamos todo. Hay muchos aspectos de la naturaleza que no dominamos. Será tarea de toda la vida afrontarlos, la verdad. Así como lidiamos contra otras epidemias en el pasado, con bastante menos éxito, ahora nos tocó esta y en el futuro será una nueva, aún desconocida. Ya es sabido que muchas bacterias se han vuelto inmunes a los fármacos actuales; mutan y se fortalecen, siendo difíciles de combatir. Parte de la vida humana es un estado de alerta permanente por su seguridad, salud y cuidado.
Pero, por lo mismo, no sobre-alarmarse ni ceder a temores excesivos. Insisto. Siguiendo las indicaciones de las autoridades de salud, sortearemos bien ésta y tantas otras enfermedades. La verdad, la buena salud tiene muchísimo más de prevención que de excesivas curaciones invasivas.
Y es una invitación a la solidaridad. Me viene a la mente la clásica imagen del barco que se hunde por la proa y los pasajeros de la popa creen que están seguros. Pero no es así. La humanidad es cada vez más semejante a un barco con vasos comunicantes en que, si una parte se enferma, el todo se enferma. Y ahora esto lo experimentamos en toda su crudeza.
Es también una invitación a renovar la conciencia de solidaridad y preocuparse de los más débiles, ancianos y solos. El bienestar de una sociedad se mide por los más débiles y desamparados y no por los que están bien.
Y renovar la confianza en Dios, que todo lo puede y conduce todo para bien. El Papa Francisco consagró hace unos días a la humanidad a la Santísima Virgen, pidiendo por quienes trabajan por una cura para este mal y por los contagiados, así como por las autoridades responsables de velar por el bien de la población.
Rezar siempre hace bien para la salud.